domingo, 11 de abril de 2010



Ollanta Humala, no sabe conspirar

Los mineros nacionales entraban a una paralización. La policía optaba dejar el resguardo a la población. La presión social empezaba a tomar el vigor incontenible. El gobierno de García Pérez se encontraba cercado por el movimiento minero del Sur del Perú. Otra vez peligraba su continuidad en el Gobierno.

Los trabajadores mineros de Chala (Arequipa) entraban con arrojo a tomar la carretera panamericana. El fin era, no anular los decretos de urgencia –como los nacionales informaban a la población-; por el contrario, de manera silenciosa empezaba a gestarse un levantamiento de masas con la idea de generar el vacío de poder, para así generar una desestabilidad de orden nacional. A saber, el instinto del señorito Aldo Mariátegui –aquel periodista defensor a morir de su jefe García Pérez-, que optaba por no glosar con el verbo infame desde ese medio de derecha como es el Correo, para provocar los reclamos airados que puedan venir de los manifestantes. Esta vez tuvo que mantenerse en silencio el colaborador de las grandes empresas chilenas y no caldear más los ánimos de los manifestantes mineros en Arequipa.

Los asistentes del Gobierno del apra, examinaban con congoja una posible cuartelada. ¿El 4 de abril significó una tentativa de una conspiración? En lo absoluto se manejaba ese punto en la mesa del sector del Ollantismo. Sencillamente porque el militar es un inútil conspirando. El hermano menor lo pintaba como el más atrevido y dispuesto a todo para poder escalar en la política. Con el tiempo el mismo Antauro Humala aceptaría en que Ollanta era un militar sin ánimos para dirigir un batallón reservistas para rescatar el territorio de Leticia (que hoy está en manos de Colombia) y peor aún era un completo cobarde. En suma, Ollanta no se atrevía a sumarse a ninguno de los movimientos que pudiera permitirle acercarle al poder político. Tampoco sus asesores políticos –de una izquierda guevarista  y otras tendencias- son partidarios de tomar esa iniciativa militar para cortar un Gobierno corrupto y genocida.


Policías temerosos

Como es que una huelga de policías, planificada con semanas de antelación, no haya tenido respuesta en sus bases. Las condiciones salariales son paupérrimas. Por eso muchos se han vuelto agentes de bancos chilenos. El Gobierno se ha vuelto agresor adverso con el decoro, de los hombres esforzados que vigilan a la nación.

Los ánimos no estuvieron estables de los policías que acompañaban esa marcha. Sus dirigentes terminaron por debilitarse, ante la presión del Gobierno. Por otro lado, nuevamente sale a la luz un hecho evidente: Ollanta no sabe conspirar o no sirve para esta maniobra militar de alto calibre. Nunca fue un líder con una influencia decisiva, dentro de esa promoción de oficiales y menos dentro del entorno de la familia Humala Tasso. Eso nos confirma que en sus años de oficial no se pasaba complotando al interior del Ejército como algunos escritores los afirman. El soldado no ha nacido para hacer historia.

En los últimos años no hubo un liderazgo claro dentro del movimiento policial. Estuvo siempre con esa misión de salvaguardar la seguridad pública y no virar el labor con la patria. Como es por ejemplo, sumarse a los movimientos que una etapa tienen la oportunidad de bajarse a un Gobierno que genera riqueza para el extranjero y causa pobreza, miseria para su nación.


Mineros sin vislumbre

El movimiento minero ha respondido con contundencia. Los 6 muertos del enfrentamiento feroz, con los policías, no mermaron los ánimos. Era todo lo contrario: la fuerza de los mineros empezaba a agigantarse frente a este panorama social turbulento; el premier Quesquén, abrió de inmediato un espacio para negociar raudo. La dirigencia (FEDEMIN y otros), demostró una acción sumisa, y lo peor: manifestó, su falta de perspectiva política.

En ese contexto de lucha, era vital devastar la estrategia del Gobierno, poniendo las condiciones, y no ceder en la posición vertida del lugarteniente primer ministro Quesquén. Por otro lado, Ollanta desesperado empezó a proponer la “vacancia presidencial”. Era un acto simbólico, y para los flashes de la cámara de los periodistas. Lo que buscaba en el fondo era recuperar la confianza perdida en el Sur. Porque un grupo nacionalista desplazó su liderazgo, y parecen ahora proyectarse a nivel nacional. Me refiero a los campesinos y jóvenes nacionalistas que daban batalla en los medios locales y que no tenían cobertura en los medios nacionales chilenizados.

Al movimiento minero, le falta aprender de lo que es una lucha política. Hay momentos en que primo lo político sobre lo sindical.  Ahí tienen para aprender de la escuela de la COB de Bolivia. Ellos tiene una característica: encaminan a sus hombres a la victoria. Así tenga que prolongarse la huelga. Lo importantes es conseguir su propósito. ¿Cuál era el reclamo de los mineros? Anular con la toma los Decretos Legislativos (1010,1040), y el Decreto de Urgencia 012, promulgado por el Gobierno. No sucedió eso. Lo que se ha visto con esta última huelga minera, es mansillar una movilización intrépida. Mientras que estén en organizaciones sociales, dirigentes aduladores, y sin principio firme como la izquierda marxista-leninista. Es imposible saldar cuenta con los gobiernos que defienden 20 años de neoliberalismo.

Es incoherente imaginar con una "conspiración militar" en ese contexto. Sabiendo eso, un Alan García se burla de un ingenuo Ollanta “…si piden mi vacancia estaré gustoso de participar en las elecciones del 2011…”. Cuando se sabe que este hombre debe responder por todas las atrocidades y el favoritismo a las grandes empresas chilenas en el Perú. Eso es lo que debe hacer García Pérez.