Ollanta Humala, no sabe conspirar
Los mineros nacionales entraban a una
paralización. La policía optaba dejar el resguardo a la población. La presión
social empezaba a tomar el vigor incontenible. El gobierno de García Pérez se
encontraba cercado por el movimiento minero del Sur del Perú. Otra vez
peligraba su continuidad en el Gobierno.
Los trabajadores mineros de Chala
(Arequipa) entraban con arrojo a tomar la carretera panamericana. El fin era,
no anular los decretos de urgencia –como los nacionales informaban a la
población-; por el contrario, de manera silenciosa empezaba a gestarse un
levantamiento de masas con la idea de generar el vacío de poder, para así
generar una desestabilidad de orden nacional. A saber, el instinto del señorito
Aldo Mariátegui –aquel periodista defensor a morir de su jefe García Pérez-,
que optaba por no glosar con el verbo infame desde ese medio de derecha como es
el Correo, para provocar los reclamos airados que puedan venir de los
manifestantes. Esta vez tuvo que mantenerse en silencio el colaborador de las
grandes empresas chilenas y no caldear más los ánimos de los manifestantes
mineros en Arequipa.
Los asistentes del Gobierno del apra,
examinaban con congoja una posible cuartelada. ¿El 4 de abril significó una
tentativa de una conspiración? En lo absoluto se manejaba ese punto en la mesa
del sector del Ollantismo. Sencillamente porque el militar es un inútil conspirando.
El hermano menor lo pintaba como el más atrevido y dispuesto a todo para poder
escalar en la política. Con el tiempo el mismo Antauro Humala aceptaría en que
Ollanta era un militar sin ánimos para dirigir un batallón reservistas para
rescatar el territorio de Leticia (que hoy está en manos de Colombia) y peor aún
era un completo cobarde. En suma, Ollanta no se atrevía a sumarse a ninguno de
los movimientos que pudiera permitirle acercarle al poder político. Tampoco sus
asesores políticos –de una izquierda guevarista
y otras tendencias- son partidarios de tomar esa iniciativa militar para
cortar un Gobierno corrupto y genocida.
Como es que una huelga de policías,
planificada con semanas de antelación, no haya tenido respuesta en sus bases.
Las condiciones salariales son paupérrimas. Por eso muchos se han vuelto
agentes de bancos chilenos. El Gobierno se ha vuelto agresor adverso con el
decoro, de los hombres esforzados que vigilan a la nación.
Los ánimos no estuvieron estables de
los policías que acompañaban esa marcha. Sus dirigentes terminaron por
debilitarse, ante la presión del Gobierno. Por otro lado, nuevamente sale a la
luz un hecho evidente: Ollanta no sabe conspirar o no sirve para esta maniobra
militar de alto calibre. Nunca fue un líder con una influencia decisiva, dentro
de esa promoción de oficiales y menos dentro del entorno de la familia Humala
Tasso. Eso nos confirma que en sus años de oficial no se pasaba complotando al
interior del Ejército como algunos escritores los afirman. El soldado no ha
nacido para hacer historia.
En los últimos años no hubo un
liderazgo claro dentro del movimiento policial. Estuvo siempre con esa misión de
salvaguardar la seguridad pública y no virar el labor con la patria. Como es
por ejemplo, sumarse a los movimientos que una etapa tienen la oportunidad de
bajarse a un Gobierno que genera riqueza para el extranjero y causa pobreza,
miseria para su nación.
Mineros sin vislumbre
El movimiento minero ha respondido con
contundencia. Los 6 muertos del enfrentamiento feroz, con los policías, no
mermaron los ánimos. Era todo lo contrario: la fuerza de los mineros empezaba a
agigantarse frente a este panorama social turbulento; el premier Quesquén,
abrió de inmediato un espacio para negociar raudo. La dirigencia (FEDEMIN y
otros), demostró una acción sumisa, y lo peor: manifestó, su falta de
perspectiva política.
En ese contexto de lucha, era vital
devastar la estrategia del Gobierno, poniendo las condiciones, y no ceder en la
posición vertida del lugarteniente primer ministro Quesquén. Por otro lado,
Ollanta desesperado empezó a proponer la “vacancia presidencial”. Era un acto
simbólico, y para los flashes de la cámara de los periodistas. Lo que buscaba
en el fondo era recuperar la confianza perdida en el Sur. Porque un grupo
nacionalista desplazó su liderazgo, y parecen ahora proyectarse a nivel
nacional. Me refiero a los campesinos y jóvenes nacionalistas que daban batalla
en los medios locales y que no tenían cobertura en los medios nacionales
chilenizados.
Al movimiento minero, le falta
aprender de lo que es una lucha política. Hay momentos en que primo lo político
sobre lo sindical. Ahí tienen para
aprender de la escuela de la COB de Bolivia. Ellos tiene una característica:
encaminan a sus hombres a la victoria. Así tenga que prolongarse la huelga. Lo
importantes es conseguir su propósito. ¿Cuál era el reclamo de los mineros?
Anular con la toma los Decretos Legislativos (1010,1040), y el Decreto de
Urgencia 012, promulgado por el Gobierno. No sucedió eso. Lo que se ha visto
con esta última huelga minera, es mansillar una movilización intrépida.
Mientras que estén en organizaciones sociales, dirigentes aduladores, y sin
principio firme como la izquierda marxista-leninista. Es imposible saldar
cuenta con los gobiernos que defienden 20 años de neoliberalismo.
Es incoherente imaginar con una
"conspiración militar" en ese contexto. Sabiendo eso, un Alan García se
burla de un ingenuo Ollanta “…si piden mi vacancia estaré gustoso de participar
en las elecciones del 2011…”. Cuando se sabe que este hombre debe responder por
todas las atrocidades y el favoritismo a las grandes empresas chilenas en el Perú.
Eso es lo que debe hacer García Pérez.