Los campesinos impusieron su modelo económico
Una vez que termina las elecciones regionales del 3
de octubre del 2010 el movimiento social empieza a desmoronarse en la
estructura de su organización. Muchas de las bases cooperativas al interior de
las provincias sienten una frustración política, a pesar de que ellos no
estuvieron inmersos directamente en la movilización de las banderas y en la
lucha política frente al adversario de grupos pro chilenos. Sólo la base de la
ciudad se entregó en una batalla contundente en las calles y desde un modesto
medio de comunicación como es la radio. Esto quiere decir, que ese grupo
heroico de campesinos (que suman unos doscientos-de los ochos mil que conforman
el movimiento-) consiguieron poner como una cuarte fuerza política al partido.
Se tiene que tener en cuenta que esa desazón se
debe a que los campesinos estaban seguros de vencer en las urnas electorales.
Estaba previsto en último caso a pasar a la segunda vuelta. Pero la realidad de
los resultados indicaba que: no se colocó a ningún consejero, no se habían
ganado ninguna alcaldía de la región de Arequipa. Esto resumía un golpe
psicológico monumental para los que habían dejado todo en esos largos meses. Tal
vez por eso, no se veía la noche del domingo 3 a los principales dirigentes.
Los campesinos sentían que el pueblo no los había entendido en su lucha y en la
mesa electoral no estaba su apoyo. El asunto pasaba, que el movimiento
campesino había impuesto un programa único en donde era darle la “propiedad” y
el “poder” al pueblo.
Desavenencias al interior
Esa elección del 3 de octubre ha marcado en la historia política una lucha de dos modelos económicos que colisionaban como es el nacionalismo y el neoliberalismo (que defendían a morir la izquierda como la derecha). El campesinado, los obreros y los estudiantes eran orientados por un grupo de dirigentes que sentían desprecio por una izquierda que no había luchado contundentemente en estas largas décadas al sistema dominante que se había impuesto no sólo como un proyecto económico; sino también había calado en la mentalidad del individuo el neoliberalismo; era el único anuncio que reproducía los grupos políticos en el país.
Si los partidos que tenían al frente (caso de
Guillen Benavides, Marco Falconí, Gustavo Rondón) habían sido financiados con
millones de dólares por la empresa minera de Cerro Verde y algunos grupos
privados que se beneficiaban con las inversiones como es el caso de Majes II;
el campesinado había depositado para el partido la suma módica de once mil
soles. El adversario contaba con el soporte de los medios de comunicación
(radio, televisión y prensa escrita) que está en manos de grupos de filiación
aprista. Para contrarrestar esa propaganda se tuvo una radio alquilada de
frecuencia limitada y una prensa austera que se publicaba quincenalmente. No
hay duda que la lucha era desigual en cuanto a la comunicación y antagónico en
el planteamiento político.
El campesinado se
había batido en una lucha duro en las calles y eran los que corrían con el
financiamiento de la campaña, era lógico que ellos fueran los dueños del
partido. Esa tesis que era planteado por un grupo de muchachos era denegado no
por la militancia; sino por una facción de izquierda. Estos consideraban que
los que dirigían eran los “patrones” y el campesinado estaba en el papel de
“siervo”. El sentido común los llevaba a considerar al partido como una
propiedad privada y no social. En consecuencia debe de estar en manos de un clan
familiar. Esta práctica era común en los partidos de izquierda e inclusive
sucede en el Ollantismo.
Una decisión temeraria
Las acciones emprendidas por la dirección política
trajeron estas desavenencias al interior de la organización. Si Luis Calderón
se quejaba (desde la prensa de la organización –que es financiado por el
campesinado-) de que había sufrido el abandono de los dirigentes. Era natural
que esto suceda, porque la militancia había sufrido no sólo un desgaste social
por la fuerza desplegada en las calles importantes llevando el mensaje de
pertenencia de las riquezas; sino también la familia de los campesinos pasaba
por aprietos económicos, por haber dejado el trabajo y dedicarse a tiempo
completo en la campaña.
Así, un Alcides Nina reclamaba la rendición de
cuentas de los once mil soles, que no se realizó con las respectivas facturas o
boletas en una asamblea abierta. La réplica –que venía de otra parte- era
mostrar una hoja de apuntes que no se ajustaba a una formal y honesta
justificación de los gastos de la campaña. Esto trajo como secuela el ataque
directo de los jóvenes a los dirigentes principales por medios radiales.
Empeoro aún más cuando se supo el acercamiento político con Fuerza Social (FS),
de una marcada línea de centro derecha que lleva a la presidencia a un
desconocido diplomático Manuel Rodríguez Cuadros.