lunes, 28 de febrero de 2011

Los campesinos impusieron su modelo económico



Los campesinos impusieron su modelo económico
Una vez que termina las elecciones regionales del 3 de octubre del 2010 el movimiento social empieza a desmoronarse en la estructura de su organización. Muchas de las bases cooperativas al interior de las provincias sienten una frustración política, a pesar de que ellos no estuvieron inmersos directamente en la movilización de las banderas y en la lucha política frente al adversario de grupos pro chilenos. Sólo la base de la ciudad se entregó en una batalla contundente en las calles y desde un modesto medio de comunicación como es la radio. Esto quiere decir, que ese grupo heroico de campesinos (que suman unos doscientos-de los ochos mil que conforman el movimiento-) consiguieron poner como una cuarte fuerza política al partido.

Se tiene que tener en cuenta que esa desazón se debe a que los campesinos estaban seguros de vencer en las urnas electorales. Estaba previsto en último caso a pasar a la segunda vuelta. Pero la realidad de los resultados indicaba que: no se colocó a ningún consejero, no se habían ganado ninguna alcaldía de la región de Arequipa. Esto resumía un golpe psicológico monumental para los que habían dejado todo en esos largos meses. Tal vez por eso, no se veía la noche del domingo 3 a los principales dirigentes. Los campesinos sentían que el pueblo no los había entendido en su lucha y en la mesa electoral no estaba su apoyo. El asunto pasaba, que el movimiento campesino había impuesto un programa único en donde era darle la “propiedad” y el “poder” al pueblo.

Desavenencias al interior

Esa elección del 3 de octubre ha marcado en la historia política una lucha de dos modelos económicos que colisionaban como es el nacionalismo y el neoliberalismo (que defendían a morir la izquierda como la derecha). El campesinado, los obreros y los estudiantes eran orientados por un grupo de dirigentes que sentían desprecio por una izquierda que no había luchado contundentemente en estas largas décadas al sistema dominante que se había impuesto no sólo como un proyecto económico; sino también había calado en la mentalidad del individuo el neoliberalismo; era el único anuncio que reproducía los grupos políticos en el país.

Si los partidos que tenían al frente (caso de Guillen Benavides, Marco Falconí, Gustavo Rondón) habían sido financiados con millones de dólares por la empresa minera de Cerro Verde y algunos grupos privados que se beneficiaban con las inversiones como es el caso de Majes II; el campesinado había depositado para el partido la suma módica de once mil soles. El adversario contaba con el soporte de los medios de comunicación (radio, televisión y prensa escrita) que está en manos de grupos de filiación aprista. Para contrarrestar esa propaganda se tuvo una radio alquilada de frecuencia limitada y una prensa austera que se publicaba quincenalmente. No hay duda que la lucha era desigual en cuanto a la comunicación y antagónico en el planteamiento político.

El campesinado se había batido en una lucha duro en las calles y eran los que corrían con el financiamiento de la campaña, era lógico que ellos fueran los dueños del partido. Esa tesis que era planteado por un grupo de muchachos era denegado no por la militancia; sino por una facción de izquierda. Estos consideraban que los que dirigían eran los “patrones” y el campesinado estaba en el papel de “siervo”. El sentido común los llevaba a considerar al partido como una propiedad privada y no social. En consecuencia debe de estar en manos de un clan familiar. Esta práctica era común en los partidos de izquierda e inclusive sucede en el Ollantismo.

Una decisión temeraria
Las acciones emprendidas por la dirección política trajeron estas desavenencias al interior de la organización. Si Luis Calderón se quejaba (desde la prensa de la organización –que es financiado por el campesinado-) de que había sufrido el abandono de los dirigentes. Era natural que esto suceda, porque la militancia había sufrido no sólo un desgaste social por la fuerza desplegada en las calles importantes llevando el mensaje de pertenencia de las riquezas; sino también la familia de los campesinos pasaba por aprietos económicos, por haber dejado el trabajo y dedicarse a tiempo completo en la campaña.

Así, un Alcides Nina reclamaba la rendición de cuentas de los once mil soles, que no se realizó con las respectivas facturas o boletas en una asamblea abierta. La réplica –que venía de otra parte- era mostrar una hoja de apuntes que no se ajustaba a una formal y honesta justificación de los gastos de la campaña. Esto trajo como secuela el ataque directo de los jóvenes a los dirigentes principales por medios radiales. Empeoro aún más cuando se supo el acercamiento político con Fuerza Social (FS), de una marcada línea de centro derecha que lleva a la presidencia a un desconocido diplomático Manuel Rodríguez Cuadros.