El mal del
siglo: el Estado colonial
Reinaba la
tranquilidad y la armonía entre los diversos pueblos en la época del
Tahuantinsuyo. Si bien había por momentos cierta conflictividad entre los
líderes de diversas etnias por frenar la autoridad y la legitimidad del inca;
al final prevalecía un “consenso” abierto y un “entendimiento” sincero. No
primaba el aplastamiento o el aniquilamiento del oponente. Por el contrario,
existía ese discurrir envolvente para buscar como aliado al curacazgo local.
Ese fue el caso de los aymaras. Un pueblo siempre belicoso y desafiante al
gobierno quechua. Ahí radicaba la grandeza de la nación del Tahuantinsuyo a
nivel de latinoamericana y del mundo.
Los años
1810-1821 (algunos tardaron un poco más) constituyeron una etapa cruenta de los
países de latinoamericana por conseguir su independencia política del yugo
español. Al final consiguieron ese propósito de romper el sometimiento con rey
de España. Sin embargo, había calado en los lideres prominentes como Simón
Bolívar, San Martín y otros las ideas occidentales. Su mejor escuela de
formación ideológica era pues la vieja continente. Sus referentes académicos
eran Montesquieu, Rousseau, Hobbes, y otros pensadores prominentes que
despreciaban el pensamiento ancestral. Ahora se entiende con claridad el por
qué no lograron destruir el viejo Estado colonial. En la actualidad muchos
países (Venezuela, Bolivia, Ecuador) en latinoamericana pasan por una etapa de
cambio político y un cuestionamiento de orden ideológico. Pero aún está en
vigencia el Estado colonialista.
Los rasgos
heredados
El Estado
colonial tiene una particularidad que reproduce permanentemente esos rasgos
foráneos en su accionar dinámica hacia el exterior. Son elementos ajenos que se
insertan en la cultura de una generación que se resiste a ser colonizados y
defienden con vehemencia y lucidez la nación ancestral que les ha sido legado
por sus antecesores. Porque en el Tahuantinsuyo y en los pueblos originarios
reinaba siempre la “reciprocidad” y la “solidaridad” desde lo más alto que representaba
el gobernante inca, hasta el llano que eran los Yanaconas. Se han constituido
sobre la base de alianza y el dialogo entre los etnias allegados al Cusco para
cimentar un Estado-nación centralista, pero no hegemónica; para expandir a los
extensos territorios de latinoamericana como lo hizo el joven Pachacutec, una
vez que derrota a los aguerridos chancas en su propio territorio.
Ahora bien,
es necesario dar algunos puntos sobre esta cuestión cultural de la sociedad que
genera el Estado colonial. ¿Cuáles son esas características nítidas que se
observa en la sociedad moderna? Pasaremos a mencionar algunas de ellas. i) la
exclusión histórica. Una mayoría de la población que como son los quechuas y
aymaras han sido relegados sean estos en la política o en la parte económica.
El caso del Perú, se observa con claridad de como un grupo económico que se une
con las empresas transnacionales detenta el poder político en los últimos dos
décadas. Por eso hay necesidad de ser gobierno desde una visión comunitaria (F.
Patzi). ii) machismo occidental. Las grandes decisiones nacionales pasan por
manos de los varones. A esta situación llaman cuestión de género. En el
Tahuantinsuyo los roles de gobierno eran compartidos (F. Layme). Los dos asumen
el papel decisivo en los asuntos de gobierno. iii) segregación lingüística. Los
hombres originarios aún son marginados en las instituciones públicas por no
saber el idioma el castellano. Debe de haber una identidad del habla en
relación al país; pero respetando siempre el resto de los idiomas originarios.
Si se
pretende convivir entre estas dos culturas como son la originaria y la actual,
debe haber mucho respeto y armonía diseñada desde el Estado-nación. No
imponiendo los valores ajenos que coaccionan el principio heredado de los
pueblos. Para ellos son en el fondo como las leyes imprescindibles en su actuar
diaria en la sociedad. No requieren muchos como se encuentra plasmada en una
constitución política. Le bastan sus reglas incaicas de ama sua, ama quella y
el ama sua. Alrededor de estos principios que giran sus vidas de los pueblos
originarios. Entonces los rasgos heredados del colonialismo se encuentran (en
su mayoría) en los hombres que conducen el gobierno. Son ellos que desprecian y
a veces reniegan de su pasado milenario. En el fondo están negando a sus
antecesores que construyeron una nación sin calco ni copia como lo indica J.
Mariátegui.
El Estado
avasallador
Desde que
se establece en la época de la república naciente un nuevo Estado-nación esto
ha sido construido desde una estampa ajena a la procedencia original de un
pueblo milenaria y lejos a la realidad concreta de un país. Por tal razón se
observa de como un Estado suele ser monopolista en cuanto tenga que ver a las
decisiones patrios, de un minúsculo grupo formado de manera subordinada por las
potencias europeas. Es también hegemónico con otras organizaciones populares
que divergen en el asunto de gobernar. El accionar al final es aplastar sin
ninguna consideración a los nuevos liderazgos que tengan un discurso
milenarista, bajo otro tiempo histórico.
Los que
detentan el poder político, no entienden que un Estado-nación degenerado desde
su concepción, pueda ser inclusivo y pluralista con otros sectores organizados
con ideas rescatadas de su pasado ancestral. Unas instituciones construidas con
principios rentistas que hace que se propague a la sociedad que tiene una
memoria recia de sus antepasados. Con hombres que ejercen el liderazgo de
manera mercader, estos reproducen una política colonialista. Así pues, el
ambiente socio política que rodea a la nación no es propicia. Ocasiona cierto
malestar y al mismo tiempo origina un nacionalismo fundamentalista ligado a su
pasado histórico e ideológico en las nuevas generaciones.
Bajo un
razonamiento sea esta socialista europea o la liberal ingles siempre se observa
al frente un Estado avasallador de naturaleza dominante y de forma excluyente.
En ese contexto no se podrá acercar a una concertación que tenga elementos
comunitarios, para empezar a reconstruir un Estado bajo la realidad propia y
previa examen de los problemas nacionales. Esta se debe partir obligadamente
desde el origen de una nación que legó una riqueza histórica y un capital
económico gigante que en la actualidad se tiene en manos extranjeras en algunos
países de latinoamericana.
La
intelectualidad opresora
No es
extraño que el círculo pensante se haya formado en centros universitarios
europeos; teniendo como referencias a pensadores que han desarrollado ideas
decrepitas del marxismo clásico. Ese dogma extranjero que tiene el propósito de
dividir en dos bandos irreconciliables a los que detentan el poder económico y
a los que carecen de ella. Es una guerra a morir entre los ricos y pobres,
escriben los plumíferos zurdos. Esa es la razón y el objetivo de su reflexión.
El resto se ha nutrido de la escuela tradicional inglesa. Sus lecturas se
aproximan al liberalismo achacoso. Aquel postulado que despoja a una nación de
sus riquezas y coloca al hombre en situación de sumisión.
Está claro
que esas dos corrientes filosóficas, económicas y políticas han sido promovidas
por muchos siglos y posteriormente importadas por la intelectualidad opresora.
Esas doctrinas son la antítesis del pensamiento de la nación ancestral. Por eso
la intelectualidad de la izquierda bisoña idolatra a E. Dussel, J. Petras, M.
Harneker, H. Heidrich y otros. Su enciclopedia obligada es Marx, Lenin, Engels.
La izquierda intelectual se intoxica con nociones ajenas a la realidad cuando
se alimenta de la teoría europea. La derecha bárbara se deleita de la corriente
gringa como es el caso de H. del Soto, M. Fridman. F. Fukuyama, etc. La matriz
de su razonamiento se encuentra en Adam Smith, David Ricardo. Esta posición no
es otra cosa que el colonialismo que defienden a rabiar la derecha apátrida.
Estas
teorías se han sido estructuradas sobre una situación engañosa. Son
concepciones que tienen la condición de ser opresoras. Por eso hay una
necesidad histórica de combatirlas en el plano teórico y político por una nueva
intelectualidad nacionalista ancestral. Debe de ser desechado como una opción
política e ideológica; para que esto se realice deben también surgir nuevos
liderazgos que han recogido a los hombres memorables que defendieron las ideas
y la historia de los pueblos milenarios. Solo así es posible reconstruir un
pensamiento propio dejado por los sabios de la nación originaria. En otras
palabras, rescatarlas y darle cierta dinamicidad como una ideología propia y
expulsar de manera natural a la opresora que defiende la intelectualidad
errante.